Fondo de amigos del buitre. Treinta años en el muladar de Santa Cilia de Panzano

aves necrófagas. Treinta años en el muladar de Santa Cilia de Panzano HERALDO. EDUARDO VIÑUALES 02/11/2010 a las 06:00
Hace más de tres décadas que el naturalista del Fondo de Amigos del Buitre José Manuel Aguilera alimenta a estas aves en la Sierra de Guara. Es puntual y los animales bajan confiados a comer ¿a mesa puesta'.
José Manuel Aguilera, presidente del Fondo Amigos del Buitre, lleva más de treinta años haciendo aportes de comida para las aves necrófagas en el muladar de Santa Cilia de Panzano -en la Sierra de Guara-, un compromiso con la conservación de estas aves necrófagas, verdaderas sanitarias de los montes. "Todo empezó en 1979 con mi amigo Daniel Gómez. Buscábamos un sitio para montar un comedero para quebrantahuesos. Y vimos que allí, en aquella pedriza, un ejemplar rompía huesos. Así nos decidimos por esta ubicación. Antes veníamos por una senda desde el pueblo, cargando a la espalda mochilas de 25 kilos con desechos cárnicos y patas de cordero. No importaba que cayeran chuzos de punta o que estuviera nevando", cuenta José Manuel Aguilera, natural de Binaced.
Acudido con él a este muladar del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara. Lukas, un joven naturalista de siete años, acompaña a José Manuel con la ilusión de estar allí mismo, y de ver de cerca cómo bajan los buitres y se ponen sin miedo a su lado, dispuestos a consumir la comida traída este fin de semana. Al llegar, un gran remolino de buitres sobrevuela nuestras cabezas. "Después de tanto tiempo no es extraño que estas aves me coman de la mano. Pero sólo lo hacen conmigo", aclara José Manuel Aguilera, quien prosigue: "He fallado muy pocas veces a mi cita quincenal, pero cuando esto ha sucedido me imagino la cara de defraudados que deben de poner los buitres".

Una vez en el sitio habitual, Lukas y José Manuel esparcen la comida. Comienzan a aterrizar buitres leonados que poco a poco se acercan sin temor. Las dos personas son rodeadas por unos 300 ejemplares. Algunos llevan marcas alares y anillas numeradas de PVC para su identificación. Lukas narra así su experiencia: "Se han llevado todo lo que había en dos bolsas grandes. Daba algo de miedo porque tan cerca te podían picar en la mano. Un buitre metía la cabeza entre mis piernas para llegar al interior de la bolsa. Pero me ha gustado mucho, me he reído, me hacía gracia. Ha sido impresionante".
El quebrantahuesos sobrevuela el escenario, pero no baja, no se posa. "En estos treinta años, sólo lo he tenido posado cerca de mí en cinco ocasiones. Se trata de instantes que tengo anotados en el cuaderno de campo en letra grande. Es un animal muy receloso", explica José Manuel.
Muy de vez en cuando, se deja acompañar por niños y escolares. Él los dirige y los coloca en el espacio. "En una ocasión traje a ocho chicos deficientes, cada uno con un monitor. Eran muy nerviosos e inquietos. Cuando los vi no sabía cómo haríamos. Pero cuando llegaron los buitres se quedaron quietos, formales? Les impresionó ver cómo del cielo comenzaban a aterrizar tantos buitres".
El viaje al muladar ha sido aprovechado para traer huevos de gallina para los cuervos, que una vez los han visto bajan, los cogen con el pico y se los llevan, repitiendo así la misma operación tantas veces como hace falta. En verano también se traen huevos de avestruz para el alimoche. La blanca "boleta" los rompe con ayuda de una piedra, repitiendo una imagen que ya captó con gran maestría en sus documentales televisivos el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente.
Han trascurrido más de treinta años desde que José Manuel Aguilera conociera, con 12 años, a David Gómez. Así nos los cuenta: "Yo estaba dentro de la carcasa de una vaca muerta, escondido entre las costillas para ver a los buitres de cerca. Me escapaba del colegio y me iba al muladar de mi pueblo. Entonces se acercó un tipo que no se asustaba de estas grandes aves. Era David. Me dijo que también venía a verlos. Le hice un sitio, y se metió conmigo dentro de la vaca. Así comenzó una amistad y todo esto. Estuvimos juntos 25 años, hasta que murió por un accidente. Ahora sigo yo sólo con la misma ilusión de aquellos dos jóvenes naturalistas".

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